Se puede afirmar con toda seguridad,
que las personas, en general, no saben escuchar. Tienen oído que oyen muy
bien, pero rara vez han adquirido las necesarias habilidades auditivas que permitirían
que esos oídos se usaran eficazmente para lo que se denomina escuchar.
Detrás de esta incapacidad
generalizada para escuchar, en mi opinión, un importante descuido es nuestro
sistema de enseñanza en el colegio. Hemos centrado la atención en la lectura, considerando
que es el medio principal mediante el cual aprendemos, y casi hemos olvidado el
arte de escuchar. En nuestros sistemas escolares dedican varios años a la instrucción
formal a la lectura. Poco énfasis se pone en el hablar y casi no se ha prestado
atención a la habilidad de escuchar, por extraño que esto pueda parecer en
vista de la gran cantidad de clases orales que se imparten en las
universidades.
No cabe duda que nuestros profesores
notan la necesidad de una buena escucha. ¿ por qué entonces han pasado tantos
años sin que los docentes desarrollen unos métodos formales para enseñar a los
alumnos a escuchar?, bueno están son algunas suposiciones falsas que han
bloqueado la enseñanza de la escucha. Por ejemplo:
·
Hemos supuesto que la capacidad para escuchar depende en gran
medida de la inteligencia, que las personas mas “listas” escuchan bien y que
las “tontas” lo hacen de manera deficiente.
·
Hemos asumido que aprender a leer nos enseñara automáticamente a
escuchar. Mientras que algunas de las habilidades adquiridas por medio de la
lectura son aplicables a la escucha, la suposición dista mucho de ser
completamente valida. Escuchar es una habilidad diferente de leer y requiere
diferentes habilidades.
Cuando escuchamos la concentración se
ve estorbada por un factor que es peculiar de la comunicación auditiva y del
que pocas personas son conscientes.
¿A qué se debe todo esto?
El problema viene dado, básicamente,
por el hecho de que pensamos mucho mas deprisa de lo que hablamos. El ritmo del
habla en promedio de una persona es de las 125 palabras por minutos. Este ritmo
es demasiado lento para el cerebro humano que esta compuesto por mas de 13
millardos de células y funciona de una manera tan compleja pero eficiente que
hace que los macroerdenadores modernos parezcan lentos.
Podría parecer lógico ralentizar
nuestros pensamientos cuando escuchamos a fin de coincidir con las 125 ppm en
que se sitúa el ritmo del habla, pero la ralentización de los procesos de
pensamientos parece una cosa difícil de conseguir. Por lo tanto, cuando
escuchamos seguimos pensando a alta velocidad mientras que las palabras nos
llegan a velocidad lenta. En el acto de la escucha, el diferencial entre los
ritmos de pensamientos y habla significa
que nuestro cerebro trabaja con cientos de palabras además de aquellas que oímos,
formando pensamientos distintos a los que se nos exponen por medio de la
palabra hablada. Para decirlo de otra manera, podemos escuchar y todavía nos
sobra tiempo para pensar.
Aquí les dejo unas reglas para una
buena recepción:
1.
El escuchante debe pensar por delante del hablante, tratando de
prever a lo que lleva el discurso oral y las conclusiones que se sacaran de las
palabras pronunciadas en ese momento.
2.
El escuchante sopesa las evidencias aportadas por el hablante en
apoyo de los puntos que exponen. “¿son válidas
estas evidencias?”, se pregunta a sí mismo el escuchante. “¿son estas la
totalidad de las evidencias que requiero?
3.
Periódicamente el escuchante revisa y resume mentalmente los puntos de la charla que se han completado
hasta entonces.
4.
A lo largo de la charla, el escuchante “escucha entre líneas” en
busca de significados que no se hayan puesto explicita y necesariamente en las
palabras habladas. Presta atención a la comunicación no verbal para ver si
añade significado a la palabra.
La velocidad a la que pensamos
comparada con aquella a la que se nos suele hablar nos deja tiempo suficiente
para realizar estas cuatro tareas mentales cuando escuchamos; no obstante,
requieren practica antes de que puedan pasar a formar parte de la agilidad mental
que coadyuva a la buena escucha.